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LA GRAN MAYORÍA DE PERSONAS QUE CREEN PRACTICAR UN ARTE MARCIAL, EN REALIDAD, NO LO ESTAN HACIENDO.

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Llegué a la archiconocida tienda del Karate en Okinawa para adquirir un karategi, pero allí ya no se vendían ni karategi, ni nada in situ, si no se había reservado previamente vía on-line con al menos tres meses de antelación. Aquello ya no tenía nada que ver con lo que yo había conocido casi veinte años antes. ¿A quién podría interesarle vender un karategi que te dure veinte años, cuando pueden vender a cada cliente uno con ribetes rojos, otro con ribetes azules y un montón de complementos extra cada dos años como mucho? El negocio es evidente...

 

Cuando veo a personas apropiarse del nombre de un arte, de una forma (kata) o de un origen, sin conocer, comprender, ni respetar su historia auténtica y su cultura, poco más que están usurpando una tradición ya existente en su propio beneficio.

 

Así es como funciona la asimilación de la tradición por una cultura invasora. El que llega invadiendo, tapa y transforma lo que hay o está muy arraigado, en beneficio propio. El problema de una cultura invasora radica en que suele causar la pérdida del significado original de esas tradiciones, la erosión de conocimientos, la aparición de conflictos y una disminución en la calidad y en la autenticidad en general.  Este proceso, a menudo, resulta en el deterioro de la identidad cultural original, en beneficio de la cultura invasora, especialmente cuando las tradiciones son apropiadas sin contexto y comercializadas por la cultura dominante.

 

¿Y cuál es la cultura invasora y dominante en este caso? Pues aquella que representa todo lo contrario al arte marcial. Nunca se aprendió o se dominó un arte marcial de manera fácil y rápida. Y esa es precisamente la estrategia de marketing que más ventas consigue: logra esto más fácil, consigue esto más rápido o ambas a la vez. Introduce algo de esto en tu mensaje y lograrás venderlo. Es lo que una persona poco exigente y mediocre compraría para sí mismo. Porque la excelencia, no se consigue de manera fácil y rápida.

 

Pongamos uno de los muchos ejemplos que nos dejó la historia en cuanto a la invasión y usurpación de una cultura, el Camino de Santiago, que permites a los feligreses conseguir consuelo y redención. Posiblemente originado en antiguas rutas celtas, que seguían caminos astrales indicados por las almas de los muertos (Vía Láctea), para llegar al límite último de la Tierra (Finisterre), donde se hallaba la "Tierra de la Juventud", el paraíso celta donde descansaban las almas de los muertos. Los romanos, llamaron a este lugar Finis Terrae (el Final de la Tierra) y para ellos, era el lugar donde el astro mayor pasaba las noches, escondido entre las olas. Allí moría el Sol y por eso, se apresuraron a construir en aquel enclave un altar en honor al astro rey, el altar de Ara Solis, Allí, durante cientos de años, rezaron, realizaron ofrendas de agradecimiento a los dioses y practicaron diversos rituales relacionados con la fecundidad. La ruta hacia Finisterre fue incluida en el camino jacobeo cuando la Iglesia consolidó el Camino de Santiago en la Edad Media, ya que, según cuenta la historia del origen del Camino de Santiago, fue el propio apóstol quien destruyó el altar Ara Solis, en su peregrinación por la península ibérica. En ese lugar, a petición suya, se erigió la ermita de San Guillermo, actualmente desaparecida. Cualquiera que haya frecuentado el conocido Camino de Santiago, estará de acuerdo conmigo en que, independientemente de lo que para cada uno represente, todo lo que aquello engloba es un colosal negocio económico que poco tiene de espiritual y redentor.

 

Me recuerda un poco al negocio montado con el "Camino del Karate", el Karate-Do. Para empezar, ese "Do" es una mala interpretación de "Vía" que puede ser enseñada por otros. El Do es un camino de desarrollo personal que uno recorre por sí mismo, no el que otros le dictan. Sin embargo, si la forma de pensar y los métodos de enseñanza del instructor son correctos, uno puede forjar su propio camino mediante la práctica del arte y recorrer el camino correcto. Pero nadie puede "enseñarte" a recorrer tu propio desarrollo personal. El camino se trata, en última instancia, del autodesarrollo, no de la enseñanza. Además, para dominar el camino más allá de la técnica, es esencial aplicarlo a la vida real. Es decir, si un supuesto maestro del Do predica unos principios de la Vía como la fidelidad, la bondad, el compromiso, la compasión, etc. y en su vida real no los manifiesta, no es adecuado para ser guía de nadie. Las reglas de comportamiento y moralidad basadas en la disciplina samurái, intrínsecas en el camino marcial tradicional, son los modales que se manifiestan en las habilidades y la conducta de una persona dedicada al Budo.

 

El Karate, como tal, nunca llevó implícitos los supuestos principios de rectitud moral y etiqueta del guerrero samurái que tanto les gusta a algunos asemejar al Bushido. Eso fue más bien algo legado de aquellas figuras que pertenecieron a la clase noble y heredaron las costumbres y etiquetas inscritas y establecidas por autoridades, con los primeros Shogun, allá por el periodo Kamakura, como Ōe no Hiromoto (1148–1225), Miyoshi no Yasunobu (1140-1221) y Ogasawara Nagakiyo (1162–1242), entre otros. Quienes regularizaron las costumbres de la Corte Imperial, las normas de santuarios y templos, el folclore y la adaptación a las culturas extranjeras, el respeto a los dioses y al amo, e incluyeron reglas sobre la vestimenta, las ceremonias y la vida cotidiana de la clase samurai. Esas normas y reglas fueron adaptándose con el tiempo y tras la restauración Meiji, pasaron a enseñarse a toda la población en las escuelas. El Karate, como disciplina marcial, pasó a considerarse a principios del siglo XX y simplemente adoptó los modelos de conducta y morales de otros Budo.

 

Cuando alguien cataloga de "tradicional" a aquello que enseña, es porque comprende, conoce perfectamente y conserva las tradiciones implícitas en el arte, así como la cultura y los hechos históricos que le dieron lugar. Tradicional no es simplemente porque sea algo considerado viejo y extinto o porque simplemente no sea como la versión "nueva" del arte. Eso es no comprender nada el significado de "tradición". Ese calificativo estará completamente vacío, como el mismo arte que dicen enseñar. Quiénes catalogan su arte de "tradicional" y desconocen por completo la tradición. Son como analfabetos voluntarios que, sabiendo leer, no leen.

 

Senkikan Dojo.

 
 
 

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